No nos debemos sorprender que a lo largo de la historia de la humanidad
el auténtico mérito de algunos logros y avances
científicos recaigan sobre personas o instituciones equivocadas, a las cuales
se dió reconocimiento por el trabajo realizado por otr@s .
Me viene a la memoria el caso Jeanne Baret, la cual ha
tenido que ser rescatada del olvido por la escritora Glynis Ridley,
con la publicación del libro El descubrimiento de Jeanne Baret (2010), en
el que se reconoce su papel como primera mujer en circunnavegar el globo y
su trascendental aporte a la botánica con sus trabajos
científicos.
Pero lo
increíble es que poca o ninguna huella queda en la ciencia oficial francesa y
tampoco en las colecciones botánicas del Museo Nacional de Historia Natural. Y
ello, pese a que esas colecciones heredaron el inmenso trabajo de recolección y
clasificación de esta mujer en varios continentes. Es más, ninguna planta
de las que recolectó lleva su nombre declinado en latín, algo habitual en los
descubridores.
En fin, han
tenido que pasar los siglos para que gracias al biólogo Eric
Tepe y su equipo la labor de esta botánica y primera mujer en dar la
vuelta al mundo sea siempre recordada por el nombre de una flor Solanum
baretiae.
Pero hagamos un esfuerzo
imaginativo y pongámos en auténtico valor el trabajo de esta mujer;
situémonos en su época; siglo XVIII, Francia, sociedad gala y su mundo
académico, cerrado, machista... Pues bien, aparece en escena Jeanne Baret; nace
el 27 de julio de 1740 en un pequeño
pueblo de la Borgoña francesa. Pasó los primeros años de su vida en la granja
de su padre. Cuando éste murió en 1762, se convirtió en la institutriz del hijo
del viudo Dr Philibert Commerson (1727-1773).
Seducido por la inteligencia y la lucidez mental de Jeanne, Commerson le dio
clases de botánica y le confió la preparación de los herbarios.
En 1764,
Commerson fue nombrado botánico del rey Louis XVI (1754-1793) y, como
tal, tuvo que emprender un viaje a las Tierras Australes,
acompañando al oficial de marina y explorador Louis-Antoine
de Bougainville (1729-1811) como médico botánico de su Majestad.
Un
auto de fecha 15 de abril 1689 prohibía a las mujeres embarcar en naves de la
Marine Royale, así que Jeanne además de todos los atributos innatos de una
científica, y la osadía y el afán de aventura marcados en su ADN (valores muy
mal vistos en la mujer en aquella época) inició el viaje en l’Etoile el
1 de febrero de 1767, disfrazada de hombre, como ayudante de Commerson. La
fragata La Boudeuse era la otra nave que formaba parte de la
expedición de Bougainville.
La
vida a bordo no era sencilla para nadie, y menos para Jeanne, que no solo
vestía como un hombre, sino que trabajaba como ellos para evitar sospechas.
Tras tres meses, la expedición llegó a Montevideo, las islas
Malvinas y Patagonia, donde por fin Jeanne y su amante pudieron ejercer la
botánica.
Tras diversas peripecias, el 13 de marzo de 1773 Commerson falleció en la isla Maurice y Jeanne se vió forzada a casase con un militar francés para poder regresar a Francia. Baret llegó a francia en 1776 con más de 30 cajas que contenían 5000 plantas recolectadas durante sus viajes alrededor del mundo 300 de ellas eran inéditas. Estas colecciones se unieron a las del Museo de Historia Natural, donde era posible consultar los apuntes y manuscritos de Commerson. La pareja Baret-Commerson clasificaron 70 especies de plantas de lugares desconocidos o poco estudiados, y además Jeanne contribuyó con la primera descripción de la vid.
A pesar de sus contribuciones
científicas, la historia la mantuvo durante siglos apartada de todo
reconocimiento por su labor y sólo era recordada como amante de Commerson.
Bueno amigos, leyendo esto
creo que el mundo científico se sigue quedando un tanto corto dedicándola un
libro y el nombre científico de un singular tomatito.
¡Ah! se me olvidaba, el señor
explorador Louis-Antoine de Bouganinville se llevó todo el mérito de la
expedición. Qué raro.
Nos
vemos en otra.
Ion
Solanum baretiae
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